"Un laberíntico fondo enmarañado de puntiagudas cruces infinitas. Miriadas de nerviosos puntos refulgen nadando sobre azul. Una fuerza invisible que te mece y que te arrastra suavemente por ese extraño micromundo donde la locura del color le negó todo su espacio al gris de la cordura"___________________________________________________________________________________
Dos años habían pasado desde que Murphy me aplicase su ley sin piedad dejándome, en aquella ocasión y por un problema familiar de última hora, solo en mi viaje a Raja Ampat y rematándome con la muerte de la cámara y de un foco de video. Ambos cayeron en acto de servicio, presa de la tremenda humedad de este lugar, relegándome con ello a la mayor de las miserias fotosub. Llegaba la hora de ajustar cuentas. Ahora regresaba escoltado por un escuadrón de ocho buzos más a los que había atraído con los relatos de mi previa experiencia. Todo apuntaba a que en esta ocasión no sería alcanzado por el infortunio pero el fatalista y pertinaz Murphy no consentiría en dejar pasar esta ocasión para obsequiarme, una vez más, con uno de sus amargos regalos envenenados ...


Llegaba el momento de mostrar a mi pepito grillo personal y al resto del grupo las excelencias del reino de los Cuatro Reyes con las que les había directa o indirectamente ilusionado. Con ese ánimo latente llegamos a nuestra base de operaciones, Raja Ampat Biodiversity Eco Resort. Allí, nos aguardaban sus hospitalarios dueños Patricia y Rey, siempre dispuestos a ayudar y a hacernos las cosas más fáciles. Nada más verlos sobre el muelle y a medida que nos aproximábamos con el barco comenzaron a regresar los recuerdos y, de un modo natural e inmediato, me sentí integrado como si tan sólo hubieran pasado unos días en lugar de los dos años transcurridos desde mi estancia anterior.
Muy poco tardamos en ponernos el bañador y lanzarnos al reconfortante baño de agua caliente en la orilla de la preciosa playa de este pequeño y entrañable hotel. En esas aguas de cristal el cansancio de los 16.000 kilómetros del viaje se fue diluyendo con un terrón de azucar y no mucho después nos lanzamos a la primera inmersión en el animado house reef situado bajo el gran embarcadero de madera.







Era la hora de volver a gozar de los fondos coralinos más soberbios del planeta, de un entorno virgen y salvaje, de las lisas playas de arenas blancas y de los ardientes amaneceres que se deslizan sobre la lámina de un mar inmóvil y también era tiempo de dar un paso más … Tocaba escudriñar todo esa magistral obra de la naturaleza con el potente ojo de halcón de mi pequeño amigo robótico que comparte una gloriosa vista con las aves y puede sobrevolar las aguas de ensueño y las montañas densamente arropadas por la selva resultó. Un enorme privilegio aunque no solitario porque Dron no sería la única máquina que se paseara por esos nubosos cielos ...




Podría hablar de Mioskun, de Sardine Reef, de Mike´s Point y del estelar Cape Kri, con su record mundial de avistamiento de especies en una sola inmersion, 374, establecido en 2012 por el Dr. G. Allen, donde el coral y los peces se muestran de un modo diverso e incesante mientras contribuyen a dar al agua clara un tono sedoso provocado por las partículas que generan durante su natural proceso de alimentación sumado al efecto del plancton en suspensión que abunda en la temporada de las mantas pero no lo haré con las palabras sino con algunas retazos gráficos para dejar un merecido espacio a otros lugares memorables que sin bien son mas modestos no dejan de ser magníficos ...
















Allí, en el estrecho de Dampier, resiste uno de los escasos baluartes de la salud de planeta. Pero, en este regreso, para mi desolación, pude comprobar la evidencia de que los largos tentáculos de la contaminación del plástico ya han comenzado su incipiente invasión, pero no me extenderé más con esta lacra y si lo haré con un punto de buceo más modesto los nombrados. Un pequeño arrecife circular aislado en el azul y que bien se merece su calificativo de mágico, donde muchas cosas e inesperadas pueden suceder.
Aquí, en mi anterior viaje, pude sorprenderme con la visión de dos venenosas serpientes amándose abrazadas en la profundidad llegando incluso a practicar esgrima con la Gopro para apartar a una de ellas que se empeñaba en conocerme. En esta nueva ocasión Blue Magic tampoco defraudaría mostrándonos a los sedentarios wobbegons, a su permanente banco de plateados carángidos y a sus hermosas barracudas.


Entornando un poco más los ojos para cambiar al modo de lo pequeño, una joya escondida dentro de una oquedad, una preciosa anémona del color de la nieve con las puntas celestes habitada por unos diminutos y tímidos nemos.

Tortugas, globos, grandes meros, peces murciélago, morenas, napoleones y la aparición esporádica de tiburones grises y de puntas negras que observar desde la comodidad que brinda el gancho de las habituales corrientes anclado en la roca.



El ganador del premio a la visión mágica e inesperada sería para el corpulento tiburón nodriza de tres metros que dormitaba en una cueva que se diría fue construida para él y que no tuvo inconveniente alguno en posar impertérrito para la posteridad.


En la isla de Gam no necesitarás despertador. Los pájaros de la selva antes de las cinco ya estarán por la labor. Comenzará el que a modo de un carpintero imita el martilleo sobre la madera, seguido del que recrea a una chicharra similar al sonido del acople de un altavoz, tras ellos, todos los demás jugando a llamarse y contestarse y, si tienes suerte, alguno despistado se colará por el gran hueco existente entre la pared de la entrada y el techo de tu cabaña y te amenizará con una exclusiva actuación privada.
Con esta inestimable ayuda ecológica, que aunque pueda parecer extraño añorarás a tu regreso, llegarás todas las mañanas a tiempo de contemplar el espectacular amanecer y de dar los diez pasos que separan tu cabaña de un mar templado a 30 grados para darte un baño durante el que te olvidarás absolutamente de todo.







A tan solo cien metros existen unas pequeñas cabañas pobladas por unos escasos habitantes de la isla desde donde te podrán llevar a ver la danza del ave del paraíso, otra cosa será que lo consigas.
Mucho se discutiría sobre el calzado más apropiado para escalar la pequeña montaña donde contemplar este insólito evento. La realidad es que como era domingo y hora de la siesta, que por aquí también parece respetarse, el guía oficial de los pájaros no estaba por la labor por lo que fuimos guiados por un niño que, ignorando nuestras preocupaciones sobre el trekking, hizo todo el camino descalzo con la agilidad propia de un gamo, eso sí, portando un machete que, ciertamente, le daba a la actividad un toque exótico y aventurero al más puro estilo Indiana. Algunos ciempiés gordos accidentalmente aplastados después y sudando la gota gorda por la humedad alcanzamos la cima tras más de media hora de una empinada y resbaladiza ascensión que dejó para el arrastre a los buzos menos dotados físicamente. Allí, no sin considerables esfuerzos, pudimos encontrar a la que debe ser una espectacular ave a la que le gusta posarse inoportunamente en lo más alto del techo de la selva para desesperación del esforzado
excursionistasub.



Lo cierto y verdad es que, prácticamente, no vimos ni torta porque el dichoso pájaro se confundía entre las ramas mientras, que a unos 30 metros de distancia, graznaba no se qué a su novia o novio, tampoco alcanzamos a precisar su sexo … y sólo llegamos a intuir algunos colores y forma del pico y plumaje pero muy, muy, muy lejos de admirar la fastuosa danza del cortejo en todo su esplendor exhibicionista como los más
ilusopmistas -mezcla de iluso y optimista – habíamos proyectado en nuestra calenturienta mente. Diez euros menos después y habiendo contribuido al progreso de la economía local retornamos al resort, afortunadamente cuesta abajo, entre las risas de los niños, seguramente provocadas por la cara de tontos que se nos debía de haber quedado y ya pensando en preparar todo para la última inmersión de la noche.
No podría dejar atrás las nocturnas en la roca situada a tan sólo unos cien metros del muelle, un auténtico tesoro submarino. Batu Lima, con sus maravillosas gorgonias naranjas, los tiburones alfombra o wobbegongs, los inquietos cangrejos, la cigarra real y su habitante moteado más famoso y raro, el tiburón caminante o walking shark. Escurridizo como pocos al menor atisbo de presencia de la luz y maestro en el arte de esconderse y camuflarse entre los estrechos resquicios del coral pero que no pudo evitar ser cazado por mi veloz objetivo, en postura más propia de una lagartija que de un tiburón serio, con cara de ... ¡Oh, me han pillado!
















En mi anterior viaje no tuve la suerte de avistar mantas oceánicas. En este el maquiavélico Murphy me concedería una de cal y otra de arena. No me privaría de ver cumplido mi deseo pero a cambio me haría pagar el precio de la aún inexplicable inundación de la cámara que, a pesar de seguir disparando bajo el agua durante un par de días más tras someterla un baño en arroz de urgencia, acabaría por entrar en estado comatoso y dejarme sin la posibilidad de capturar la majestuosidad de estos impresionantes colosos alados. Ya de vuelta al hogar y tras otro baño de arroz de dos semanas resucitaría como la gran guerrera todoterreno que es ...
Tras el momento trágico de la inundación no tardaría en suscitarse sobre la embarcación el recurrente y eterno debate de la inconveniencia o falta de sentido de hacer estos viajes cargados con el equipo fotográfico, sus múltiples aparejos y sus permanentes riesgos en lugar de dejarse de pamplinas y disfrutar plenamente de la experiencia del buceo sin mayor preocupación y a salvo de todo mal. Comprensible razonamiento para los que aún no traspasaron, de verdad, la línea sin retorno que delimita este oscuro, caro y adictivo lado de la fuerza submarina y que, por tanto, ignoran la existencia de una ancestral técnica fotosub, la del tercer ojo. Disciplina, aun no olímpica, que exige una lenta y larga dedicación para llegar a ser dominada hasta adquirir la inconcebible capacidad de componer, enfocar, disparar, disfrutar al mismo tiempo del momento y, por si fuera poco, regresar a tu hogar dulce hogar con esos exclusivos tesoros personalizados que evitarán que con el inexorable paso del tiempo y la progresiva e irremediable pérdida de tus neuronas esos momentos tan especiales terminen siendo lamentablemente fagocitados por el implacable olvido.
La primera de las visitas a esta estación de limpieza nos dejaría un poco fríos. Ante las altas espectativas "tan sólo" presenciamos durante un buen tiempo el vuelo estático de un gran ejemplar sostenido por la corriente mientras se dejaba acicalar por los peces ensimismados en su apetitoso cuidado. Premio muy alejado del de los buzos que el día anterior comentaron haber visto quince, aunque, las malas lenguas rumoreasen durante la cena que bien pudiera haber sido la misma que les pasó por delante ese mismo número de veces …
La segunda visita a Manta Sandy resultaría mucho más provechosa y avistaríamos hasta cuatro al mismo tiempo de las que, para mi enorme satisfacción, dos eran totalmente negras, si, como las caras de un LP de vinilo. Esta visión fue una de las más deseadas que no llegó a materializarse en mi reciente viaje de febrero a Revillagigedo, ahora, de modo inesperado, el deseo era concedido y por duplicado, cosas del destinosub ...
Durante una hora las admiraríamos postrados de rodillas a distancia como el que asiste a un baile pero sin derecho a danza al no poder traspasar la línea de rocas sabiamente trazada por las autoridades del parque sobre la arena como frontera infranqueable para aquellos buzos deseosos de pecar, sobre todo los ansiosos fotosubs. Pero como el que hizo la ley hizo la trampa concluyendo la inmersión nuestro guía nos hizo describir un hábil rodeo de 180 grados y nos llevó justo a la espalda de la estación totalmente carente de línea antipecador. Así que, mientras nuestro generoso líder disimulaba a la perfección estar a por uvas, nos fuimos acercando hasta ellas, como el que no quiere la cosa, hasta situarnos a la distancia de estar bien pegados, que como diría Dalma, es bailar.
Tras finalizar las primeras inmersiones siempre aguardaba la dulce recompensa del té o del café con pastelitos en la playa de alguna isla desierta o, incluso, en un efímero banco de arena aislado en medio de una interminable laguna transparente y condenado a perpetuidad a nacer y morir al paso de cada marea alta. Allí, bajo un sol de justicia y cegados por la intensa luz reflejada en las aguas de cristal la mente divagaba al borde del delirio de ver espejismos de sirenas emergiendo salvajemente de la nada.





Si tuviera que votar por una inmersión que todo buzo debería paladear con detenimiento en el planeta agua. Esta sería Melissa’s Garden.
Como adicto tiburonero el coral no se encuentra en los puestos más altos de mi escala de preferencias submarinas pero eso no me impide inclinarme rendido ante lo excelso. Sobrevolar en un día despejado el mayor campo de coral multicolor de cuernos de ciervo que pueda imaginarse y observar un sinfín de puntas iluminadas de fluorescentes tonos amarillos, verdes y azulados adornadas por las miríadas de pequeños y brillantes peces que juegan a esconderse y a revolotear sobre él es una visión absolutamente sublime y apabullante, imposible de captar o transmitir, que precisa ser vivida.















El jardín también guarda secretos como el de la letal serpiente escondida en el espeso entramado del fondo o el de la titánica almeja centenaria condenada a vivir con la boca abierta por haberse fundido con el coral y que podría perfectamente comerse a dos buzos de un bocado de conseguir despegarse y de ser ciertas sus exageradas leyendas urbanas.
Tras repetir está inmersión por petición unánime almorzaríamos sobre un pequeño embarcadero situado en pleno manglar entretenidos con el juego de mostrar a los pequeños peces arquero un tenedor repleto de apetitosos noodles. Allí, estos certeros animales escupían con una precisión milimétrica, sin margen alguno de error, para desprenderlos con violencia con la fuerza del impacto del potente chorro. Así, los hacían saltar por los aires obteniendo su premio en forma de jugosa comida. Un juego no exento de riesgo mortal por cuanto varios tiburones baby de puntas negras vigilaban atentos sus lanzamientos a la espera de pillar a alguno desprevenido y así, así estuvo la cosa …
Quedaba el ascenso de los 400 escalones al mirador de las islas Fam donde hacerse la obligada foto de postal y disfrutar de la visión de los pequeños islotes que brotan sobre los matices verdes y azules de una fascinante laguna que, gracias al poderoso ojo 4K de mi Dron, que todo lo ve, conseguí inmortalizar desde su zenit a 500 metros de vertiginosa altitud.


Otra aventura está muy cerca de concluir … Antes de apagar los focos y abandonar el escenario y ya de vuelta al resort camino por la playa para finalmente recostarme sobre uno de los mullidos puffs que reposan sobre una acogedora terraza de madera. En ese relajante lugar, construido sobre la arena al alcance de las olas y con un mar pintado de plata y oro como telón de fondo, me dejo llevar alumbrado tan solo por la tenue luz de una vela y refrigerado con una decobirra Bintang. Allí, en soledad, hago balance de lo vivido mientras siento como comienza a invadirme un profundo y cálido sentimiento de satisfacción.


Medito sobre Melissa y su jardín y alcanzo a concluir que algo pequeño, como un diminuto nudibranquio, admite ser fácilmente observado con tan solo enfocarlo, mientras que algo grande, como la belleza, solo puede ser plenamente sentido desde la perspectiva opuesta. Desenfocando la mente, desterrando a la razón hasta llevarla hacia ese vacío absoluto desde el que resulta posible fluir y fundirte con ella … en ella.



A medida que mi lata de cerveza se ha ido vaciando el cielo se ha ido salpicando de infinidad de nítidas estrellas. En ese anochecer templado, con la mirada perdida sobre un precioso cielo reflejado sobre el agua, me recorre el doloroso escalofrío de intuir que tanta maravilla pueda evaporarse aniquilada por la desconsiderada evolución de una humanidad irresponsable.
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Aquí os dejo el recuerdo de está segunda experiencia en Raja Ampat que me volvió a saber a poco por no haber sido más larga ...
Más fotos y próximamente un VIDEO en mi blog.
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-Creo poder atrapar a la belleza absoluta. - Aseguró nervioso el discípulo.
-¿Cómo aspiras contener algo inconmensurable? – Inquirió distraídamente su maestro.
-La capturaré en la fotografía de la visión más preciosa y perfecta tomada por la formidable cámara de un gúgolduplex de megapíxeles de un amigo.
-El maestro, apuntando con su dedo índice a la frente del animoso discípulo, le dijo:
-Tu solo pensamiento de poseerla ya la alejó. Solo lograrás ver su rostro si vacías tu mente y te fundes con ella sin ningún otro propósito. Tal es el modo de sentir las cosas más grandes.
-Izen Kai